El Mussol fue un grupo de ocho aficionados a la fotografía que se formó a principios de los años sesenta, a caballo entre Terrassa y Barcelona. Antoni Boada y Josep Maria Albero son los dos únicos miembros vivos del grupo. Albero, todavía en plena actividad, nos ha explicado cómo nació el Mussol y cuáles fueron sus vivencias.
Josep Maria Albero, Antoni Boada y Josep Bros —más tarde se añadiría también Jordi Vilaseca— eran tres jóvenes de Terrassa que compartían una gran afición por la fotografía y que en 1958 presentaron su primera exposición colectiva. Animados por el éxito hicieron una segunda, en 1960, en el casino de Terrassa, que se presentó también en la Real Sociedad Fotográfica de Madrid y finalmente en la Galeria Aixelà de Barcelona. A raíz de ello, Josep Maria Casademont, director de la Galeria Aixelà de la Rambla de Catalunya de Barcelona y gran animador de la fotografía por aquellos años, los puso en contacto con otros jóvenes fotógrafos barceloneses: Joan Colom, Jordi Munt, Ignasi Marroyo y Enric Garcia Pedret. Empezó así una relación entusiasta, con encuentros e intercambios de ideas y conocimientos, que se concretó, en 1960, en una primera exposición del grupo en la propia Galeria Aixelà donde cada uno colgó diez fotografías.
Si eligieron como nombre del grupo El Mussol, fue porque, según han explicado, esa es un ave que desde las alturas mira fijamente, con los ojos bien abiertos, y observa todos los detalles. Una buena metáfora para representar la mirada de los fotógrafos.
Ciertamente, la actividad fotográfica es un acto de naturaleza individual pero también es cierto que a menudo los fotógrafos tienen la necesidad de compartir sus ideas y proyectos con colegas que los puedan comprender y estimular al mismo tiempo. Ese fue el caso de los jóvenes que se reunían los domingos por la mañana en un merendero de Les Planes, a medio camino entre sus respectivas ciudades de residencia. Allí, mientras desayunaban, compartían sus fotografías, que naturalmente revelaban en blanco y negro en los laboratorios domésticos, las criticaban e incluso rompían aquellas que no eran consideradas suficientemente buenas. La foto colectiva de más abajo fue tomada precisamente, tal como explica Josep Maria Albero, en uno de los márgenes de la estación de los Ferrocarriles Catalanes en Les Planes, con una cámara y un trípode colocado en la vía del tren...
En 1962, Casademont, siempre interesado en estimular la creación de grupos fotográficos, les propuso la realización de un trabajo más colectivo. Se trataba de que los miembros del grupo fotografiaran, cada uno en su estilo, un mismo acontecimiento. Eligieron el rally de Sitges, y ahí se desplazaron en tren, en coche o en Vespa. Después, también colectivamente, seleccionaron las imágenes que en 1962 se expusieron en Aixelà.
El Mussol no hizo ninguna otra exposición colectiva pero, eso sí, sus miembros hacían constar la pertenencia al grupo en sus exposiciones individuales. Algunos de sus miembros —Colom, Albero y Marroyo— fueron socios activos de la muy prestigiosa Asociación Fotográfica de Almería, AFAL.
Componentes de El Mussol desayunando en Les Planes, 1963. Foto: Josep Maria Albero
A partir de 1965, los encuentros en Les Planes se fueron espaciando porque todos los miembros tenían responsabilidades familiares y laborales que los reclamaban. Eran aficionados a la fotografía pero se ganaban la vida en otras actividades. Solo Marroyo, ya mucho más tarde, a principios de los años setenta, se dedicó profesionalmente a la fotografía desde su estudio de Rubí. Asimismo, colaboró con Colom ocasionalmente en algunas revistas y publicaciones gráficas, entre ellas, El Correo Catalán. En 1980, se produjeron los últimos encuentros.
La mayoría de los miembros del grupo tenía una marcada orientación hacia la fotografía documental que intentaban renovar huyendo de los postulados pictorialistas todavía tan habituales en la época del «salonismo», como se llamaba entonces. Las calles de los barrios periféricos de la ciudad, las fiestas populares, las procesiones de Semana Santa, los campos de deporte o los mercados eran algunos de sus campos de acción preferidos.
En una entrevista concedida a un diario de la época, reproducida en el número 36 de la revista fotográfica AFAL1 afirmaban: «No preconizamos lo abstracto ni el impresionismo. Nos apasiona lo concreto, lo definido y a ello nos dedicamos en cuerpo y alma».
Asimismo, es muy interesante la entrevista que Jordi Ribalta hizo a Albero, Boada y Marroyo para el libro-catálogo Yo hago la calle, editado con motivo de la exposición antológica de Joan Colom en el MNAC, en 2013, donde explican en detalle sus experiencias y su forma de entender la fotografía.2
En esa magnífica exposición, se presentó una sala dedicada a El Mussol con presencia de sus miembros y el libro-catálogo dedica un capítulo entero al grupo. A pesar de su corta existencia, El Mussol dejó su huella en la fotografía de la segunda mitad del siglo XX en unos momentos en los que también florecían otras agrupaciones fotográficas renovadoras como la ya mencionada AFAL de Almería o el grupo madrileño La Palangana.
Josep Maria Albero, 2017. Foto: Josep Maria Cortina
Josep Maria Albero inició su afición a la fotografía como miembro del Grupo Fotográfico del Casino del Comercio de Terrassa y más adelante fue uno de los tarrasenses fundadores de El Mussol y, hoy, su último miembro vivo. Aunque, curiosamente, como él mismo manifiesta en la mencionada entrevista: «Yo era un caso aparte». Efectivamente, conversando con él, nos explica que hacía fotografía documental porque en aquellos años era una línea innovadora y porque sus compañeros la practicaban y, en cierta manera, lo arrastraban en sus salidas. Pero, desde un buen principio, su estilo y la forma de concebir la fotografía era otra. Le interesaba muy claramente la fotografía no figurativa, más inclinada hacia el terreno de la abstracción. Por ello fotografiaba texturas, reflejos de agua y todo tipo de superficies que su mirada transformaba en escenas y paisajes irreales.
Visión 81, 1967. Foto: Josep Maria Albero
Albero considera que su maestro es el fotógrafo alemán Otto Steinert promotor de la corriente de la fotografía subjetiva. «Cuando llegó a mis manos uno de sus libros —dice—, vi claro que aquel era el tipo de fotografía que quería hacer; Steinert me marcó».
Schindeln. Schwarzwald, 1956. Foto: Otto Steinert
Los postulados teóricos del grupo Fotoform, fundado por Steinert, se diferenciaban claramente de la llamada fotografía reproductiva, que tiene un sentido práctico y que se centra en grabar fielmente la apariencia óptica del objeto. La fotografía subjetiva, en cambio, se pretende libre y creativa, quiere superar el objeto y transcenderlo renunciando a la reproducción de la realidad para adentrarse en el terreno de la creación absoluta. Ese es el espíritu de la obra de Albero que mantiene que en torno al noventa por ciento de su obra se sitúa en esa línea estética y conceptual.
Respecto al equipo fotográfico, Albero utilizó primero una cámara Isoflex, después una Minolta y, finalmente, una Rolleiflex que ha sido su auténtica cámara, aquella con la que ha realizado la mayor parte de su obra. La Rollei, con el sistema de visión superior, le permitía desplazar la cámara a lugares a veces recónditos para obtener aquellas imágenes que el ojo no veía. Y podía aplicarle una lente macro, imprescindible para fotografiar los detalles y las texturas que una óptica convencional no captaba.
Albero se incorporó desde buen a principio a la era digital y, aunque siente una gran nostalgia de su Rollei, ahora dispara con una Olympus compacta y una Canon reflex, aunque confiesa que últimamente que hace menos fotografías.
Albero es un fotógrafo del blanco y negro. Aunque también ha hecho fotos en color, confiesa que siempre ha sentido la dificultad, tan sentida por muchos fotógrafos de su generación, de no poder concluir el proceso fotográfico con el revelado y el positivado, como hacía en su laboratorio. La necesidad de acudir a laboratorios ajenos hacía que nunca acabara de estar satisfecho con los colores resultantes, que no eran los que se habían fijado en su retina. En ese sentido, leas diapositivas le ofrecían mejor resultado que el negativo en color. Pero siempre ha ido volviendo, una y otra vez, al blanco y negro, en busca de la fidelidad, a su visión. A pesar de sus reservas, hay que decir que sus imágenes en color son espléndidas como se puede apreciar en el catálogo del portal Fotografía en Cataluña.
Visión 111. Foto: Josep Maria Albero
La carrera fotográfica de Albero es la de un aficionado muy avanzado que ha alcanzado un nivel de excelencia aunque no haya vivido de la fotografía profesional. Ha realizado numerosas exposiciones individuales y ha participado en otras colectivas. Ha publicado sus imágenes en diferentes medios de comunicación, como las revistas Destino, Presència, Ikonos, Arte Fotográfico, Imagen y Sonido, y ha sido galardonado con diversos premios. Tal vez el más relevante sea el Premio Negtor de 1962, en el que concursaron y consiguieron otras menciones menores fotógrafos de la talla de Oriol Maspons, Alberto Schommer, Gabriel Cualladó o Julio Ubiña, entre otros.
Kyrie Elesion. Premio Negtor 1962Foto: Josep Maria Albero
Actualmente es presidente de honor del Foto Club Terrassa y, a principios del 2018, presentará dos exposiciones en la Biblioteca Soler i Palet. Esclat, con una recopilación de 35 imágenes de estilo documental en blanco y negro e Ilusiones, con 35 fotografiías en color de línea no figurativa.
Josep Maria Cortina
Dos interesantes exposiciones recuperan la figura de Josep Maria Albero estos días, brindándonos la oportunidad de admirar su obra en primera persona:
"Josep M. Albero: Batecs". Desde el 13/01/2018 hasta el 30/01/2018.
"Josep M. Albero: Il·lusions". Desde el 03/02/2018 hasta el 17/02/2018.
Ambas a la Casa Soler i Palet de Terrassa.
OBRAS DE JOSEP Mª ALBERO BOTELLA
Notas:
1Balcells, D y Ribalta, J: Yo hago la calle, Joan Colom Fotografías 1957-2010. Edición MNAC, 2014.
2Revista AFAL. Foto-cine, núm. 36, mayo-diciembre ,1962.